Una buena galleta es un milagro.
Su propio ritual sagrado y una panacea para la resaca. No importa cuán infalible sea su receta, o cuántas generaciones la hayan transmitido, en el momento en que una galleta sale del horno sigue un patrón familiar: expectativa, seguida de suspenso, antes de la recompensa de la euforia. El éxito es inmediatamente reconocible, sin peso en tus manos. Lo sabrás cuando lo veas. Lo recuerdas cuando lo pruebas.
¡Haga clic aquí para saber más sobre las ventajas de la carga automática de bandejas de la moldeadora rotativa!